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En la oscuridad de la noche, a orillas del río Ganges en la ciudad sagrada de Varanasi, un grupo de hombres desnudos, cubiertos de cenizas y huesos, realizan rituales que desafían la comprensión común. Son los Aghoris, una secta ascética del hinduismo que busca la iluminación a través de prácticas que muchos considerarían extremas.

Historia de los Aghoris

Los Aghoris tienen sus raíces en el shivaísmo, una de las tradiciones más antiguas del hinduismo. Se cree que la secta fue fundada en el siglo XIV por Baba Keenaram, un asceta considerado una reencarnación del mismo Shiva.

Shiva, el destructor y regenerador del universo, es la deidad principal de los Aghoris. Según sus creencias, para alcanzar la liberación del ciclo de reencarnaciones (moksha), es necesario confrontar y trascender las dicotomías de pureza e impureza.

La doctrina Aghori se basa en la no dualidad, que sostiene que todo en el universo es una manifestación de la misma realidad divina. Por lo tanto, no hay diferencia esencial entre lo puro y lo impuro. Este principio los lleva a adoptar prácticas que otros grupos religiosos considerarían tabú, como el consumo de carne humana, el uso de cráneos como cuencos y la meditación sobre cadáveres en los crematorios.

Los Aghoris creen que la muerte y la descomposición son aspectos naturales de la existencia que deben ser aceptados y comprendidos en su totalidad. Para ellos, los lugares de cremación, donde la vida y la muerte se encuentran, son terrenos sagrados donde pueden conectar más profundamente con Shiva.

Las prácticas Aghori son tan diversas como impactantes. La mayoría de sus rituales se llevan a cabo en los ghats de cremación, especialmente en Varanasi. Uno de los ritos más conocidos es el shava sadhana, una meditación realizada sobre un cadáver. Los Aghoris creen que al meditar en contacto directo con la muerte, pueden superar sus propios miedos y deseos materiales, alcanzando así una mayor conciencia espiritual.

Otra práctica notable es el consumo de carne humana, aunque no de forma sistemática ni violenta. Los Aghoris se alimentan de cuerpos no reclamados y parcialmente incinerados, un acto que simboliza su rechazo a las distinciones entre lo puro y lo impuro. Esta práctica, aunque chocante, tiene un significado profundo dentro de su cosmovisión, ya que al consumir lo que es considerado impuro, ellos purifican su alma y desafían las normas sociales.

Las prácticas Aghori son tan diversas como impactantes

Vida y disciplina de los Aghoris

A pesar de sus prácticas extremas, la vida diaria de un Aghori está marcada por una disciplina rigurosa. Viven en reclusión, a menudo en los crematorios o en cuevas cercanas a ríos sagrados. Su dieta es mínima y se limitan a lo que encuentran, reforzando su desapego de las comodidades materiales. La meditación y la adoración de Shiva son componentes centrales de su rutina diaria, manteniendo una conexión constante con lo divino.

La preparación para convertirse en un Aghori es un proceso arduo. Los iniciados deben demostrar una devoción inquebrantable y una disposición a abandonar todas las normas sociales. Bajo la guía de un gurú, el aspirante aprende a superar el miedo y el asco, sumergiéndose en las prácticas más tabú de la secta. Este entrenamiento no solo es físico, sino también mental y espiritual, llevando al individuo a un estado de aceptación total de la realidad.

En el mundo moderno, los Aghoris son a menudo malentendidos y temidos. Sus prácticas chocan con las sensibilidades contemporáneas y los valores higiénicos, llevándolos a ser marginados incluso dentro de la India.

Algunos estudiosos argumentan que los Aghoris desafían las construcciones sociales al cuestionar las nociones de pureza y contaminación. Al confrontar directamente el miedo a la muerte y lo desconocido, ofrecen una visión radical de la espiritualidad que va más allá de las prácticas religiosas convencionales.

Los Aghoris fueron conocidos por practicar, incluso, sacrificios humanos

Entendiendo a los Aghoris

Para entender mejor a los Aghoris, es esencial escuchar directamente a quienes han vivido entre ellos. Un testimonio notable es el de William Dalrymple, un escritor y viajero que pasó tiempo documentando sus rituales. En su libro "Nine Lives: In Search of the Sacred in Modern India", Dalrymple describe sus encuentros con los Aghoris, resaltando tanto su sabiduría como la intensidad de sus prácticas.

Otro testimonio revelador es el de un Aghori llamado Baba Rampuri, quien explica que los Aghoris no buscan la aprobación social, sino una conexión directa con la divinidad a través de la aceptación de todos los aspectos de la vida y la muerte. Sus relatos ofrecen una perspectiva interna sobre la filosofía y las motivaciones que guían a estos ascetas.

La existencia de los Aghoris no está exenta de controversias. Sus prácticas extremas y la incomprensión generalizada han llevado a conflictos con las autoridades y la sociedad. Los crematorios, donde realizan muchos de sus rituales, son espacios de tensión, ya que sus acciones a menudo son vistas como profanas por otros devotos.

Aghoris en la era de la globalización

A medida que la India avanza hacia la modernidad, la supervivencia de tradiciones como la de los Aghoris está en constante cuestionamiento. Sin embargo, su resiliencia y la profundidad de sus creencias sugieren que seguirán siendo una parte integral del paisaje espiritual del país.

El camino de los Aghoris es uno de los más enigmáticos y provocadores dentro del espectro religioso mundial. Sus prácticas, aunque extremas, están arraigadas en una búsqueda profunda de la verdad y la unión con lo divino.


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